Cómo desarrollar una vida relevante como autor-director
He pasado gran parte de mi vida buscando una voz auténtica en medio del ruido, una visión que uniera mi arte con mi fe. Vengo de una familia donde la religión, la política y la cultura chocaban constantemente, creando un ambiente sofocante. En esa tensión aprendí una lección que hoy guía mi trabajo como cineasta: una vida relevante no se hereda, se conquista con propósito y gracia.
Identificar la necesidad de espacio (2 Reyes 6:1)
Los hijos de los profetas dijeron: “El lugar donde vivimos contigo se nos ha quedado pequeño”. Esa frase bíblica siempre ha resonado en mí. Me recuerda los años en los que sentía que mi entorno en Turquía no podía contener lo que Dios estaba sembrando en mi corazón. Soñaba con contar historias que unieran fe y humanidad, pero el espacio a mi alrededor era limitado — cultural, espiritual y creativo.
Identificar esa necesidad fue el primer paso hacia la libertad. No hablo de huir, sino de reconocer que el crecimiento requiere movimiento. En mi caso, ese movimiento me llevó por tres continentes y culminó en una nueva vida en México. Mis películas se convirtieron en hitos de esa expansión: Salvavidas Estambul la filmé en Turquía; El Camino de las Granadinas en Turquía, España y Francia; y Cuando las Hormigas Sueñan en Estambul, Buenos Aires, Uruguay y Brasil. Además, realicé el mediometraje ¿Quién se queda, quién se va? en México. Cada rodaje fue una oración visual, una manera de expandir los límites que antes me contenían.
Estas cuatro docu-narrativas fueron, en realidad, un preludio. Un entrenamiento espiritual y artístico que me preparó para mi ópera prima de ficción: El Rostro que Faltaba. Todo lo anterior fue el terreno donde Dios me enseñó a encontrar Su voz en medio del arte, antes de invitarme a filmar la historia más personal y redentora de mi vida.
Expresar públicamente la necesidad (2 Reyes 6:2)
Después de reconocer su limitación, los profetas hablaron. Expresaron su deseo de construir algo más grande. Ese segundo paso cambió mi vida también: cuando comencé a hablar abiertamente de mis sueños, mi fe se fortaleció. Contar mis aspiraciones me hizo responsable de ellas ante Dios y ante los demás.
He aprendido que la confesión no es arrogancia; es rendición. Cuando comunico mis proyectos a mi comunidad o a mi equipo, no busco admiración, sino claridad. La visión se purifica cuando se expone a la luz. Por eso escribo estos artículos antes del estreno de mi próxima película: para compartir el proceso, para invitar a otros cineastas creyentes a soñar en grande y construir comunidad en torno a la fe.
Cada vez que confieso lo que quiero lograr, siento que el cielo responde con dirección. Dios abre puertas, inspira ideas y fortalece la convicción. Expresar mi necesidad es un acto de fe: declaro con mis palabras lo que todavía no existe, confiando en que Cristo, el Autor de mi historia, escribirá el siguiente capítulo.
De las heridas a la redención: Carta del Director
El Rostro que Faltaba no es solo una película: es la expresión de un camino espiritual que he llevado en mi corazón durante décadas. Cuando comencé a escribir esta historia, mi único anhelo era usar los talentos que Dios me dio para servirle. Hace veinte años, en Estambul, tuve un encuentro profundo con la fe que transformó mi vida. Desde entonces, cargo con el llamado de contar historias de quienes buscan su verdadero rostro —su identidad, su padre, su fe—.
El conflicto entre padre e hijo en esta película nació de mis propias heridas. Pero creo firmemente que Dios puede transformar incluso nuestras heridas más profundas en instrumentos de redención y esperanza. Artísticamente, la película une los colores vibrantes de México y el Caribe con la profundidad espiritual de Turquía. Las máscaras, los sueños y la naturaleza no son solo estética visual, sino símbolos del alma.
Con esta obra quiero proclamar que nuestro verdadero rostro solo se encuentra en Cristo. Lo que se ha perdido puede redescubrirse en Su luz. Mi oración es que cada persona que vea El Rostro que Faltaba pueda sentir más profundamente el amor de Dios al confrontar sus propias heridas e identidad.
Reflexión final
Cómo desarrollar una vida relevante como autor-director es más que una estrategia profesional. Es un llamado a vivir de manera consciente, a ver la creación como una extensión del Reino. Identificar mi necesidad de espacio y expresarla públicamente no fueron solo pasos creativos, sino espirituales. Me llevaron a comprender que mi arte no es mi identidad: es mi ministerio. Y mientras Jesús siga siendo el centro, cada plano, cada diálogo y cada historia que filme tendrá un propósito eterno.
Apenas estoy comenzando esta serie de reflexiones inspiradas en 2 Reyes 6. En este artículo compartí los dos primeros principios, pero hay tres más que el Señor me está revelando en el camino. No quiero anticiparlos aún, porque prefiero escribirlos cuando ya sean realidad. Así este blog seguirá siendo lo que debe ser: un diario vivo donde la fe se transforma en historia.


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