Cuando hace 3 años, estando en mi trabajo, me dio lo que parecía ser tan solo una intoxicación o un fuerte dolor de cabeza… resultó ser mi oportunidad, mi gran descubrimiento, el entender el amor, más allá de todas las cosas, más allá de lo posible. Parecían días comunes, un poco más estresantes de lo normal, tantos “asuntos” sin resolver, tantas cuentas por pagar, tantos qué pasará con mi hijo, tantos vacíos, tantos… Fui a trabajar como de costumbre, teniendo otra vez que sentir el dolor de aquellos que quieren tan solo un pedazo de esperanza… su pensión para sobrevivir, los medicamentos para la enfermedad de su hijo, la ayuda humanitaria del gobierno para soportar su desplazamiento… Sentí un fuerte mareo, algo así como cuando uno se levanta de repente de la cama… pero yo no estaba acostada, estaba de pie y sí, como lo dije, con estrés acumulado de los últimos, días, de los últimos meses, de los últimos años quizá… Pero no fue solo eso, el mareo no duró unos pocos segundos como había sucedido antes, vino el fuerte dolor en mis sienes, las náuseas, el calor, el aceleramiento de los latidos de mi corazón… Nadie sabía lo que me pasaba, todos mis compañeros de trabajo se acercaron, algunos asustados, otros diligentes… yo igual, pensaba que quizá era algo que había comido, quizá mi desayuno, quizá el agua, quizá el estrés… pero era una sintomatología tan extraña la que experimentaba, que pensé que podría tratarse de algo más grave. A los pocos minutos, después de vagar en una silla, semidesnuda por el calor insoportable que sentía, entre el inodoro y el frío suelo, mi Jefe, una mujer madura, de templanza, carácter y surprema capacidad de dar valor y fortaleza,- por lo que en ese momento pude darme cuenta- me dijo: tranquila Sandra, usted no se va a morir.
Sé que mis compañeros de trabajo llamaron a la linea de emergencias, sé también, porque después me lo contaron, que llegaron dos ambulancias a buscarme, claro, se trataba de una paciente ubicada en la Defensoría del Pueblo, la máxima institución de la defensa de los derechos humanos del país, era "importante" atender. Cuando me ingresaron a la ambulancia, caminando y descalza, empecé a entender de lo que se trataba el desprendimiento que da la enfermedad y la posibilidad de la muerte, tuve que entregar mis zapatos y mi chaqueta a no sé quién para que los cuidara, tuve que soltar mi bolso y mi celular… ¡mi celular! Para que alguien lo tuviera. ¡No sabía con exactitud dónde quedaban mis cosas, pero ya en ese momento solo quería que un médico me revisara y me dijera qué carajos me pasaba! Al llegar a la clínica, muy cerca de mi trabajo por fortuna, me pusieron en una camilla y me dijeron que esperara, el dolor me tenía descontrolada y cuando cedía me adormecía, sólo pensaba en vomitar y en no ensuciar mi ropa, pues sabía (creía) que pronto tendría que salir de allí y conducir mi carro hasta mi casa. Después de casi una hora de espera, pedí a la enfermera mi celular y pude llamar a mi hijo, le dije dónde estaba y le pedí que por favor llegara lo antes posible, pues el dolor y las náuseas me estaban desgastando… yo aún no sabía lo que era sentirte desgastada, cuando tu cuerpo no puede más… No sé en cuánto tiempo llegó, le pedí que hablara con el médico pues el dolor era insoportable… Cuando finalmente me atendieron, ya que había casos realmente urgentes (de sangre, creo yo), solamente recuerdo que el médico me dijo: cierre los ojos, ahora levante un brazo y levante el otro a la misma altura… y creo que no lo hice bien, porque de inmediato sus palabras fueron: hay que hacerle un TAC urgentemente. De allí en adelante todo fueron cuidados, no podía más ir al baño a tratar de vomitar por mí misma para darle descanso a mis náuseas, tampoco podía usar más mi ropa, tampoco tomar agua ni hablar por celular…. Cuando me hicieron el TAC y entré inerme a esa oscura y fría cabina, solo le pedía a Dios que no fuera nada grave, tenía miedo ya, me imaginaba todo, principalmente morir en cualquier momento y dejar mi vida en punta… sí en punta, aún me faltaba tanto por hacer, tanto por reír, tanto por conocer y tanto por desaprender…. Unos minutos más tarde, una enfermera, con la voz característica de las mujeres que trabajan en medio del dolor y la muerte me dijo: “Sí señora, tiene un derramecito”… ¡Un derramecito!!!! Dios mío, me estaba desangrando por dentro y yo creía que sólo había comido algo dañado… ¿ y ahora qué? ¿Qué iba a pasar conmigo? Mi pobre hijo, ignorante de lo que sucedía adentro, esperaba, quizá pendiente de su celular, quizá pensando en regresar a la ciudad en donde él vivía, pues estaba solamente de vacaciones en mi casa… Unas horas después me realizaron una intervención, la más “sencilla” para poder destapar y sellar la arteria de mi cerebro que se había “pinchado”, sí, como una llanta con un agujero, se había abierto algo en mi cerebro y tenían que sellarlo de inmediato antes de que la sangre, como un río sin cause, destapara otras vías y causara daños irreversibles. Después de la intervención, que duró varias horas, el especialista, no recuerdo claramente su especialidad, me dijo que no, que no había nada que hacer, que lo mío era algo muy delicado y que de inmediato iba a llamar al neurocirujano para que a primera hora del día siguiente me operara, se trataba de un clipaje de aneurisma, una cirugía que tomaba de 7 a 10 horas, anestesia general y claro, no había derecho a réplica, tan acostumbrada yo a mi mundo de leyes humanas…. De allí en adelante, todo fue canalizaciones de venas, bips repetitivos en una sala fría y silenciosa, interrumpidos por lamentos, porque a las 3 de la mañana escuché a un anciano con infarto dando los últimos estertores de su vida… Cuando el neurocirujano que llegó me dijo que me operaría, le hice todas las preguntas que se me ocurrieron, sentía la necesidad de aferrarme a algo o a alguien, de saber que iba a sobrevivir, pero sobre todo, que iba a quedar bien. Mientras tanto, toda mi familia al enterarse de la noticia a larga distancia, empezó a desesperar, unos rezaban, otros lloraban, otros, sencillamente, como mi madre, quedaron en un estado de shock, ese que no te permite moverte, ni pensar ni hablar… Claro, tenía tan solo 40 años, y se supone que a esa edad uno no se muere de un derrame cerebral, se supone… además, se supone, que los padres se van primero que los hijos y se supone y se suponen tantas cosas…. Sin embargo, algo extraño empezó a suceder en mí, empecé a llenarme de una fortaleza y de una alegría inusitadas, empecé a ver eso que me sucedía de otra forma, es decir, empecé a sentir el amor que me rodeaba, no solo de mi familia, de mi hijo en especial, sino también de todas esas enfermeras y doctores que me acompañaban en esos momentos de sombra. Recuerdo que a eso de las 8 de la noche una enfermera, quizá al verme tan tranquila, me dijo que si yo era consciente de lo que me esperaba, que si ya había arreglado mis cosas y le había dicho a mi familia cuánto tenía en mi cuenta de ahorros y que si tenía un seguro de vida, así como también a quién le iba a dejar mis cosas… “No es porque se vaya a morir, pero es importante que, si algo pasa, todo eso esté claro para evitar problemas” ... Otra vez aterricé y sentí el aliento de la muerte rondando mi nuca… Ya en el silencio de la UCI, con el acompañamiento del interminable “bip” de los aparatos que miden la vida, en medio del lamento episódico de algunos pacientes que traspasan la otra orilla, empecé a orar, era esa la necesidad imperiosa que tenía en ese momento, todo el mundo de afuera se quedó caótico y silencioso… ya no eran importantes las firmas, las cuentas, las deudas, el dinero, los contratos, ni siquiera si terminaría mi maestría o si mi hijo finalmente estudiaría una carrera… ya no eran importantes las urgencias de todos aquellos que trataba de ayudar en mi camino, estaba yo, sola, frente a la muerte, o a la posibilidad de una vida a medias, estaba yo, sola, desnuda quizá, como cuando llegué por primera vez a éste mundo, inocente, ingenua del ruido, del dolor, de la traición, de la pérdida, de la nada… Pero esa oración, al principio, fue repetitiva, como una camándula de protección… padresnuestros, avemarías, yoconfiesos… en ese momento no tenía otra cosa más que aferrarme a mis oraciones de infancia, a las tantas veces repetidas… tratando de abrir una puerta hacia Dios. Finalmente, hacia las 5 de la mañana, (la cirugía estaba programada para las 7 a.m.) escuché una voz, interna pero real, que me dijo, - TU NO TE VAS A MORIR. Ohhh, qué certeza la que me daba esa dulce pero poderosa voz, qué tranquilidad en esos momentos tan oscuros para mí y los qué soporte después, durante los días más amargos de mi recuperación! En ese instante entré en un estado de comunión indescriptible, fui como una niña jugando otra vez con su padre… me dijo ÉL tantas cosas hermosas… en un lenguaje dulce y delicado pero contundente, dándome sólo la certeza que puede provenir de ÉL, porque los seres humanos somos falibles (tantas veces me han o he prometido tantas cosas y no las he cumplido). Con ÉL, no había duda, me iba a salvar, mi segunda petición en mi dulce diálogo fue: Pero no quiero sobrevivir y ser una carga para mi familia… Me respondió – ¡NO, ¡NO LO VAS A SER, VAS A QUEDAR PERFECTA, PERO QUIERO QUE APRENDAS A VIVIR! (…) Ohhh y ¿cómo es eso de vivir?? ¡Yo pensaba que lo había hecho más o menos bien hasta el momento! Y entonces me dijo: - ¡NO TE TRAJE AQUÍ PARA QUE CONSTRUYAS CASTILLOS DE CEMENTO, ¡NO TE TRAJE AQUÍ PARA QUE LLENES TU PARED DE CARTONES, NO TE TRAJE AQUÍ PARA QUE LUCHES TODOS LOS DÍAS POR COSAS VANAS, SOLAMENTE TE TRAJE AQUÍ PARA QUE SEAS FELIZ!!! De allí en adelante el lenguaje cambió… a mi parecer, fue como un viaje feliz por el mundo creado por Dios y sus posibilidades, fue como una canción que después escuché y cada vez que estoy triste vuelvo a poner: CELEBRA LA VIDA de Axel Fernando… qué increíble haberla encontrado después y descubrir que resume lo que Él me habló … me dijo que la única misión que tenía era SER FELIZ, que si no lo lograba, mal podría servir a los otros, cosa quizá incomprensible para mí en ese momento y para mi “axiología social”, pues, no concibo que unos pocos sean felices cuando hay tantos hambrientos, enfermos e infelices… pero bueno, eso también tenía su lógica divina y me dijo que en la medida en que pueda sentirme completa puedo DAR mejor, es decir, que no me crea Dios, que lo deje hacer su tarea, y que yo haga solo mi tarea de hermana…. Sé que a la altura de esta lectura, muchos estarán cuestionando lo que digo, unos desde la ciencia, otros desde la teología, otros desde la sociología… lo sé, lo sé, los que me conocen saben que yo también lo habría hecho en otra época, ahora no, ahora no me importa, ni lo que piensen de lo que digo, ni la “lógica” de otros “testimonios”… sólo sé que Dios, quien me habló, cumplió su palabra, me salvó y me dejó completa, como antes, como siempre, incluso con mis defectos intactos, como una muestra de lo que significa ser un ser humano, porque entendí que significa usar tu voluntad para amar, para creer y para ser feliz… Quizá deba decirles también que, momentos después, cuando me trasladaban a la sala de cirugía llegó mi padre, con rostro pálido y ojos de niño asustado… me miró, acarició mi cabeza… no podía decir nada pues sus labios estaban sellados por el miedo y el llanto inminente… Le dije, con la certeza que me habían entregado mis últimas horas: No se preocupe Papá, Dios me dijo que todo va a estar bien, yo voy a sobrevivir y voy a quedar bien, esto es solo un aprendizaje… ¡te amo, no estés triste! Y me llevaron a la sala de neurocirugía, a la que entré con un heroísmo que solamente puede dar Dios… sí, así es, a mí, quien tantas veces había dudado, quien tantas veces había renegado, quien tantas veces no entendió… Pues sentía eso que llaman FE, esa certeza inexplicable pero entera, esa sin razón, -solamente una persona de cada 3 millones sobrevive a un aneurisma de cerebro y solamente 1 de esas que sobreviven, quedan con todas sus funciones normales-… en ese momento yo no lo sabía, solamente me aferraba a lo que había escuchado en mi noche de vigilia … entré a la sala de cirugía y mis últimas palabras fueron a los neurocirujanos y anestesiólogos y a todo el personal médico (10 profesionales mal contados): NO SE PREOCUPEN, DIOS ME DIJO QUE ÉL ME VA A SALVAR, PASE LO QUE PASE, VOY A ESTAR BIEN. No está de más decir, para reafirmar aún más lo prometido por El que me habló, que el neurocirujano que me operó, me preguntó un par de meses después: -Es que tu crees mucho en Dios? Le dije: - Pues, lo normal quizá, fui formada en la iglesia católica, pero no pertenezco a ninguna iglesia cristiana o algo así, pero sí he sentido la presencia de Dios muchas veces en mi vida y ese día, antes de mi cirugía ¡ ÉL me habló! Me contó entonces, que el mayor riesgo que existe en una cirugía de esas, es que al clipar el aneurisma roto, la sangre se derrame por otro lado y cause un infarto cerebral y la muerte, y me dijo – Y eso pasó durante tu cirugía- … él creyó que yo me “iba”, pero al preguntarle al otro neurocirujano por mis signos vitales, éste le dijo que yo seguía viva y continuó la operación limpiando y clipando … no entendió cómo, finalmente, me había salvado…. Fue una mayor prueba para mí- mujer de poca fé-, necesitada de pruebas, como Santo Tomás… sí, lo confieso… lloré el día en que escuché eso… todo había sido real, como ese día, como ahora. No sería nunca suficiente el describir con palabras lo que pasó después que desperté de la cirugía, estaba entubada y no podía respirar por mí misma, los tubos en mi garganta me producían náuseas y mi cuerpo dudaba entre la respiración asistida y la propia… era sencillamente una sensación horrible, aunada al sonido de que los huesos de mi cerebro se iban separando unos de otros producto de la inflamación… poco a poco mi cabeza se convertía en una enorme caverna, nada parecido a lo que tenía antes… Y yo dudé! Tuve miedo de haber adquirido una bacteria, tan común en los casos de hospitales, que por mi trabajo conocía, y morir… pero me acordé de la voz que escuché y volví a dormir…¡ DORMIR EN LOS BRAZOS DE DIOS! En los brazos de mi Padre, sin miedo, ¡con la fortaleza que sus palabras habían sembrado en mi corazón! Fueron días horribles la verdad, la mujer que yo era había quedado reducida a casi nada: no podía respirar por mí misma, no podía comer, no podía ir al baño sola, no podía moverme, mi cráneo parecía una gran llanta pinchada… no importaba, Dios estaba trabajando para mi… sólo debía ser paciente y esperar. No sé cuántos días pasaron en ese limbo, pero recuerdo, en mi inconsciencia, claramente, el día en que por fin pudo llegar mi madre (quien trabajaba en otra ciudad, lejos de donde estaba)… yo estaba dormida, sentí su mano cálida abrazar la mía… y supe que yo había llegado a mi tierra prometida… sólo ella podía darme lo que yo necesitaba en ese momento, no podía hablar, no podía agradecer, ni siquiera podía abrazarla, pero mis ojos, y ella lo confirma, le dijeron todo, GRACIAS MAMÁ POR ESTAR AQUÍ! Esa es mi historia, que hoy quería compartir con ustedes, como un homenaje a la promesa de Dios, hoy, tres años después, puedo decir que mi vida cambió… es cierto que a veces olvido lo que aprendí, ¡SOY HUMANA! ¡Pero sé que Dios me comprende y me perdona, también sé que quiere algo más de mi… tarea difícil: SER FELIZ!! Qué locura serlo, en medio de tantas y tantas oscuridades... pero ahora sé que no puede dar luz una bombilla apagada, y mi luz, nuestra luz, es nuestra alegría, nada más. Sandra Lily Velasco.
9 Comments
Nathalia
6/19/2016 11:56:39 pm
Claramente Dios tiene un propósito para todos nosotros!
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Sandra Lily
6/20/2016 09:08:53 am
Así es hermana. El nos lo dirá a su tiempo. Abrazos!
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Pilar
6/29/2016 06:15:03 pm
Que hermosa historia, Dios bendiga cada uno de los días de tu vida, gracias por compartirla por eso hace que mi fe se fortalezca cada día más.
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Alejandra lozano
6/19/2016 11:58:18 pm
Lili yo te conozco del colegio y me alegro mucho leer tu historia. Que Dios te bendiga.
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Sandra Lily
6/20/2016 09:08:00 am
Muchas Gracias por tu comentario. Que Dios te bendiga a ti también.
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Cielo
6/21/2016 09:29:59 am
Que bendiciones. Gracias por compartir tu testimonio
Adriana A
7/4/2016 05:42:40 am
Sandra Lily...te conozco del colegio...gracias por ese testimonio...porque afianza mas en mi que Dios nos tiene para algo mas grande que simplemente vivir...Me alegro por tu recuperación y tu testimonio...No dejes nunca de darlo.
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Sandra Lily
7/7/2016 11:15:34 am
Gracias por tu comentario, quise decirle a las personas que hay que tener fe y esperanza, que tenemos un Padre amoroso que nos cuida. Un abrazo!
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Matilde
8/9/2016 01:10:41 pm
Es admirable su humildad producto de su buena memoria, que nuestro Padre Celestial amoroso le regalo, El conoce tanto su corazón y por eso le hace recordar este capítulo gracias aEl superado. La quiero mucho
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AuthorsBozkurt Palanduz: As I realised that I am not going to be able to really connect with the Wholeness which was more than just the little “I” in me, if I won’t leave the imprisonment of the self and continue being just a result of the negativity, I decided to leave my home some time ago and went on a journey through continents and oceans to witness the Creation as it was meant to be the image of an imageless God! Archives
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